El Arsenal Militar de Cartagena es un astillero y base naval de gran importancia en el Levante español, construido con la intención de desarrollar la política naval de Felipe V y su secretario, el Marqués de la Ensenada.
Durante el reinado de Felipe V se ordenó la organización naval de España. Dicha organización determinó dividir el litoral en tres departamentos marítimos con sus respectivos arsenales.
Cartagena fue designada cabecera del Departamento Marítimo del Mediterráneo, y con este motivo se le confía al ingeniero militar Sebastián Feringán la construcción de un arsenal en dicha ciudad.
El Arsenal en 1799, cartografiado por Juan José Ordovás.
Los planos terminados el 2 de mayo de 1731 se presentan a la aprobación real. El 13 de junio, el rey Felipe V estampa su firma al pie del proyecto, dando permiso para la construcción del mismo. Las obras darán comienzo oficialmente el 20 de febrero del año siguiente, 1732.
A la muerte de Sebastián Feringán en 1762, se encargan las obras al ingeniero militar Mateo Vodopich quien las concluyó el 31 de enero de 1782, después de infinidad de vicisitudes debidas a la magnitud de la obra, y ya bajo el reinado de Carlos III. El coste final fue de 112 millones de reales, excluidos los astilleros.[2]
El Arsenal de Cartagena se convierte en el complejo industrial más importante de todo el litoral mediterráneo en el siglo XVIII construyéndose en él 21 navíos, 17 fragatas y más de medio centenar de bergantines, jabeques, urcas, galeras, etc., además de un largo número de buques menores. En el arsenal, miles de personas trabajaban diariamente en la construcción y el mantenimiento de las unidades de la Armada Española.
La Base Naval se amplió durante el reinado de Isabel II en 1849. En 1889, la electricidad se introdujo en el Arsenal. En 1918, los fosos de los diques secos construidos por Feringán, comenzaron a servir como muelles de submarinos, función que aún realizan tras su reciente remodelación. Desde esas fechas, esta base alberga el Arma Submarina Española.
Durante la Guerra Civil Española fue la base principal de la Marina de Guerra de la República Española. Tras el final de la contienda, el Arsenal quedó marcado por los daños del conflicto y por la reorganización de la Marina en los primeros años del régimen franquista. A pesar de las dificultades, pronto recuperó su papel central como motor naval en el Mediterráneo español. Durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta, se centró sobre todo en reparar y mantener la flota existente, adaptando sus instalaciones a las necesidades de una Armada que trataba de modernizarse en un contexto internacional complicado.
A medida que avanzaba la segunda mitad del siglo XX, el Arsenal experimentó importantes mejoras. Se renovaron los diques y los muelles, se incorporaron talleres más avanzados y se introdujeron nuevas técnicas de ingeniería naval. Estos cambios le permitieron recibir y mantener buques de mayor tamaño y complejidad, incluidos los primeros submarinos de posguerra. Con la llegada de los años setenta y ochenta, la base cartagenera ya estaba plenamente integrada en los planes de modernización de la Armada, reforzando su importancia estratégica.
En tiempos más recientes, el Arsenal ha vivido un proceso de transformación vinculado a los grandes programas navales del Estado. Uno de los ejemplos más emblemáticos es el de los submarinos de la serie S-80, diseñados y construidos en Cartagena, que sitúan a España entre los países con capacidad para desarrollar sumergibles de última generación. La botadura del Isaac Peral (S-81) en 2021 y la del Narciso Monturiol (S-82) en 2025 son hitos que confirman el papel del Arsenal como corazón tecnológico de la Armada.
Además de su función militar, en los últimos años ha ido creciendo la conciencia de que el Arsenal es también un patrimonio histórico e industrial de gran valor. Existen iniciativas para protegerlo y abrirlo, al menos parcialmente, a la ciudadanía a través de visitas, actividades culturales y exposiciones que ponen en valor su legado. El reto está en conjugar ese carácter patrimonial con su uso estratégico y operativo, ya que sigue siendo un centro vivo, con actividad constante en reparación, mantenimiento y construcción de buques.
Hoy, más de dos siglos y medio después de su fundación, el Arsenal de Cartagena encierra entre sus muros no solo la evolución de la ingeniería naval española, sino también la memoria de una ciudad que ha crecido siempre mirando al mar y que continúa vinculando su identidad al latido de los astilleros y de la Armada.
